El Bachillerato de Bellas Artes nunca tuvo edificio propio, de hecho siempre compartió espacio con la Facultad de Bellas Artes, pero durante la última dictadura cívico militar fue directamente exiliado en una terraza.
El retorno a la democracia permitió recuperar lentamente aquel espíritu tan original de sus alumnos y docentes. Las generaciones sobrevivientes tuvieron la difícil tarea de la reconstrucción y sobre todo la recuperación de aquellos atributos identitarios que hicieron y hacen del Bachillerato de Bellas Artes algo particular.
Sin embargo, a nivel edilicio seguíamos postergados.
La búsqueda de un lugar concreto, de un edificio, de una fachada, de un patio, de otorgarle al Bachillerato un lugar propio, se convirtió en el horizonte que motorizó las acciones de distintos actores de la comunidad universitaria.
Todo aquel que transitó los pasillos de este colegio anheló la identidad completa y soñó con desterrar definitivamente los fantasmas del pasado. El nuevo edificio reivindica y multiplica los ideales de las generaciones que constituyeron el Bachillerato de Bellas Artes.
A los 57 años de vida, en un contexto de país diferente, aparece el gesto simbólico de la “casa propia”, un edificio que recupera la memoria y proyecta con fuerza el futuro.
Si hubiera una escena capaz de condensar la historia, la identidad, los sueños, los ideales, esa sería, sin duda, la que hoy estamos viviendo, la inauguración del nuevo edificio “Noche de los Lápices” para nuestro Bachillerato de Bellas Artes.*
* Fragmento del texto leído durante la inauguración del edificio “Noche de los Lápices” - 18 de marzo de 2013.
Proceso de construcción del edificio “Noche de los Lápices”
